miércoles, 30 de septiembre de 2009

Breathless

Dejémoslo todo al azar, sin diálogos estructurados, ni escenas planeadas. ¿Qué es lo que resulta? Breathless. Un divertido juego visual donde las referencias constantes a actores y cine se intercalan con lo absurdo de las acciones y los diálogos existencialistas de dos individuos que buscan algo pero no tienen muy claro que. Solo vivir el instante. La historia no está contada de manera lineal solo son escenas que se unen sin aparente relación.


Esto me recordó a la película “Reconstrucción” de Christopher Boe. En la cual se plantea una a la ficción como reconstrucción. Las imágenes son manipulables al igual que los hechos. Godart desea hacer nos patente esto. El cine cuenta su realidad, pero tiene su propio orden y solo existe en el momento en que se está viendo.

En Reconstrucción, de hecho existe una referencia a Breathless, en la escena del bar cuando se conocen Alex y Aimee, él le propone que se vayan a Roma. Como lo hace Michael a Patricia. También lo relacione por las tomas a los rostros, en los cuales los dos directores hacen énfasis. Como cuadros congelados que solo deben admirarse sin importar lo que diga. 






fitzcarraldo

Herzog es un cineasta comprometido con las historias y con la vivencia estética. Esto se refleja claramente en Fitzcarraldo. La historia de un hombre cuya obsesión lo lleva a las cosas más irrisorias y acciones que podrían parecer absurdas. Como trasportar un barco en medio de la selva. Pero para mí está latente la visión de la conquista.

 Al encontrarse con los indígenas él decide pone la música, tratando de conectarse con ellos de esa manera. Pero lo que en verdad se percibe es que desea domar un poco a las bestias con la música. Para después mantenerlas a su servicio y lograr realizar su capricho. Sí Herzog puede tener un visión romántica del paisaje y la historia del hombre apasionado por la opera. Pero cual es costo de los sueño de Fitzcarraldo?

Su romanticismo se contrapone con su dominación del espacio y de las personas. Termina siendo un opresor que cumple su vivencia estética al poder traer la opera en medio del mar con ayuda del dinero recolectado. Y con los claros esfuerzos de los indígenas (o más bien su explotación). Es claramente un antihéroe. Esto me recordó a todas esas imágenes que siempre se ponen en las pinturas de hombres en barcos cruzando el mundo en busca riquezas conquistando los mares. Nada parece ser imposible para el hombre. No sé si realmente el fin justifica los medios. Por muy estético que sea el fin. 



"La caída de Ícaro", Pieter Brueghel el Viejo, 1558.





"Dulle Griet", Pieter Bruegel el Viejo, 1562.



"Medea", Anselm Feuerbach, 1870.





 "La isla de los muertos", Arnold Böcklin, 1880.


"A shipping scene with a dutch yacht", Jan Van de Cappelle, 1626-1679.




"Ulises burlandose de Polofemo", Joseph Mallord Turner", 1829.


"The maas at Maassluis", Johan Barthold Jongkind.



"Sunrise", Claude Monet, 1873



"The poor fisherman", Pierre-Cécile Puvis de Chavannes.



"View of the Seine", Maurice de Vlaminck, 1905-1906.


Por otra parte me llama la atención la constante descontextualización de objetos dentro del paisaje y la historia. Lograr pasar un barco a través de la selva es una hazaña. Así que pensé en los artistas que logran sacar transformar el espacio por medio de sus obras y lo relacione con Cales Oldenburg. Con sus objetos cotidianos gigantes que inserta en lugares públicos. Fitzcarraldo y Oldenburg transforman el espacio ya sea en una selva o en medio de un parque. Modificando el espacio con la masividad de sus objetos. Los dos son “Conquistadores de lo inútil”.



"Puente cuchara y fresa", Claes Oldenburg, 1988.




domingo, 27 de septiembre de 2009

freaks

“Freaks”, Todd Browning, 1932.


 Película que presenta la vida y convivencia de los fenómenos de circo, como una  comunidad  pequeña pero muy unida, al ser abandonados o vendidos su destino no suele ser tan favorable.  Por lo tanto el circo logra ser   un hogar y  la protección que necesitan del exterior. Browning, logra captar esto en la película, sin verlo con lastima, por el contario, el meterse con alguno de ellos, significa pagar el precio del desprecio y la humillación que se les cause. La unión hace la fuerza y ellos logran vengarse de los insultos.

Al parecer lo normal domina en nuestra concepción de cómo debería ser el cuerpo humano y cuando a parecen variaciones, lo normal se tambalea y a parecen los perjuicios. Un desagrado hacia las deformaciones, no querremos ver lo que nos causa un cierto desagrado.

Como los personajes de “Freaks”, enanos, personas con falta de miembros, hombres con cabezas de pico, etc. Es sin embargo esta película un parámetro para el cine, de ella surgen muchas más que plantean deformidades en el cuerpo ya sean inspiradas en cuentos, ficción o en la misma realidad.

Existe una gran mayoría que ahora exploran y explotan este fenómeno social, algunas de ellas en documentales como lo hace Werner Herzog, con su documental, “También los enanos empezaron pequeños”, o en ficción como “The Conheads”, “Pegado a ti” o “Lautrec”. Cada una de ellas con una temática diferente sin relación aparente, pero su lazo son los “freaks”, los fenómenos de la sociedad que están presentes en toda época y en muchos relatos, cuentos o leyendas, llevarlos a la pantalla es una forma de hacer distinciones entre la estética de lo grotesco para transformarlos en bellos.



"Even Dwarfs started small", Werner Herzog, 1970, Germany.




"Lautec", Planchon Robert, 1998, Francia-España.




"Stuck on you", Bobby and Peter Farelly, 2003, USA.




"The Conheads", Steve Barron, 1993, USA. 93 min


Otra referencia clara a "Freaks esta en la pelicula de Bertolucci, "Los Soñadores"

http://www.youtube.com/watch?v=y6Bi0j_5UKE


Al pensar en esta historia, recordé el cuento de Guy de Mauppasant, “La Madre de todos los monstruos”. El cual parece muy adecuado y hasta cierto punto acorde con el de “Spurs”.



“La Madre de todos los monstruos”


Recordé esta horrible historia y a aquella horrible mujer al ver pasar hace unos días, en una playa apreciada por la gente adinerada, a una joven parisiense muy conocida, elegante, encantadora, adorada y respetada por todos.


Mi historia se remonta muy atrás, pero ciertas cosas no se olvidan.


Me había invitado un amigo a quedarme un tiempo en su casa en una pequeña ciudad de provincias. Para hacerme los honores del país, me paseó por todos los sitios, me hizo ver los paisajes alabados, los castillos, las industrias, las ruinas; me enseñó los monumentos, las iglesias, las viejas puertas esculpidas, unos árboles de enorme tamaño o con forma extraña, el roble de Saint André y el tejo de Roqueboise.


Cuando examiné con exclamaciones de entusiasmo benévolo todas las curiosidades de la región, mi amigo me dijo con aire desolado que ya no quedaba nada por visitar. Respiré. Ahora iba a poder descansar un poco, a la sombra de los árboles. Pero de pronto dio un grito:


— ¡Ah, sí! Tenemos a la madre de los monstruos, debes conocerla.


Pregunté: — ¿A quién? ¿A la madre de los monstruos?


Prosiguió: —Es una mujer abominable, un verdadero demonio, un ser que da a luz cada año, voluntariamente, a niños deformes, horribles, espantosos, en fin unos monstruos, y que los vende al exhibidor de fenómenos.


»Esos siniestros empresarios vienen a informarse de vez en cuando de si ha producido algún nuevo engendro y, cuando les gusta el sujeto, se lo llevan y le pagan una renta a la madre.


»Tiene once engendros de esta naturaleza. Es rica.


»Crees que bromeo, que invento, que exagero. No, amigo mío. No te cuento más que la verdad, la pura verdad.


»Vayamos a ver a esa mujer. Luego te contaré cómo se convirtió en una fábrica de monstruos.


Me llevó a las afueras de la ciudad.


Ella vivía en una bonita casita al borde de la carretera. Resultaba agradable y estaba muy cuidada. El jardín, lleno de flores, olía bien. Parecía la residencia de un notario retirado de los negocios.


Una criada nos hizo entrar a una especie de pequeño salón campesino y la miserable apareció.


Tendría unos cuarenta años. Era una mujer alta, de rasgos duros, pero bien hecha, vigorosa y sana, el auténtico tipo de campesina robusta, medio bruta y medio mujer.


Sabía de la reprobación general y parecía no recibir a la gente sino con una humildad llena de odio.


Preguntó: — ¿Qué desean los señores?


Mi amigo prosiguió: —Me han dicho que su último hijo estaba hecho como todo el mundo, pero que no se parecía en absoluto a sus hermanos. He querido cerciorarme de ello. ¿Es verdad?


Nos echó una mirada ladina y furiosa y contestó:


— ¡Oh, no! ¡Oh, no, señor! Es casi más feo que los otros. Mi mala suerte, mi mala suerte. Todos así, señor, todos así, qué desgracia tan grande, ¿cómo puede nuestro Señor tratar así a una pobre mujer como yo, sola en el mundo? ¿Cómo puede ser?


Hablaba deprisa, los ojos bajos, con aire hipócrita, igual que una fiera que tiene miedo. Endulzaba el tono áspero de su voz y uno se extrañaba de que aquellas palabras lacrimosas e hiladas en falsete salieran de ese gran cuerpo huesudo, demasiado fuerte, con ángulos bastos, que parecía estar hecho para los gestos vehementes y para aullar del mismo modo que los lobos.


Mi amigo pidió: —Quisiéramos ver a su pequeño.


Me pareció que se sonrojaba. ¿Quizá me equivoqué? Tras unos instantes de silencio, dijo en voz más alta: — ¿De qué les serviría?


Y había vuelto a enderezar la cabeza, mirándonos de hito en hito con ojeadas bruscas y con fuego en la mirada.


Mi compañero prosiguió: — ¿Por qué no nos lo quiere enseñar? A otra gente sí que se lo enseña. ¡Sabe de quién hablo!


La mujer se sobresaltó y, liberando su voz, dando rienda suelta a su ira, gritó: —Diga, ¿pa’ eso han venido? ¿Pa’ insultarme, eh? ¿Porque mis hijos son como animales, verdad? No lo van a ver, no, no, no lo van a ver; váyanse, váyanse. ¿Por qué les dará a todos por torturarme así?


Iba hacia nosotros, con las manos en las caderas. Al sonido brutal de su voz, una especie de gemido o más bien de maullido, un lamentable grito de idiota salió del cuarto vecino. Me hizo estremecerme hasta los tuétanos. Retrocedimos ante ella.


Mi amigo dijo con tono severo: —Tenga cuidado, Diabla (en el pueblo la llamaban la Diabla), tenga cuidado, tarde o temprano le traerá mala suerte.


Se echó a temblar de furor, agitando sus puños, desquiciada, gritando: — ¡Váyanse! ¿Qué me traerá mala suerte? ¡Váyanse! ¡Canallas!


Se nos iba a lanzar encima. Nos escapamos, con el corazón en un puño.


Cuando estuvimos delante de la puerta, mi amigo me preguntó: — ¡Pues bien! ¿La has visto? ¿Qué te parece?


Contesté: —Cuéntame ya la historia de esa bruta.


Y he aquí lo que me contó mientras volvíamos con pasos lentos por la carretera general blanca, orlada de cosechas ya maduras, que un viento ligero, a ráfagas, hacía ondulas como un mar tranquilo.


Hace tiempo, esa chica servía en una granja; era trabajadora, formal y ahorradora. No se le conocían enamorados, no se sospechaba que tuviera debilidades.


Cometió una falta, como lo hacen todas, una tarde de cosecha, en medio de las gavillas segadas, bajo un cielo de tormenta, cuando el aire inmóvil y pesado parece estar lleno de un calor de horno y empapa de sudor los cuerpos morenos de los muchachos y de las muchachas.


Pronto se dio cuenta de que estaba embarazada y la atormentaron la vergüenza y el miedo. Al querer esconder su desgracia a toda costa, se apretaba con violencia el vientre con un sistema que había inventado, un corsé de fuerza, hecho con tablillas y cuerdas. Cuanto más se le hinchaba el vientre por la presión del niño que iba creciendo, más apretaba el instrumento de tortura, sufriendo un martirio, pero valiente ante el dolor, siempre sonriente y ágil, sin dejar que se viera o se sospechara nada.


Desgració en sus entrañas al pequeño ser oprimido por la horrible máquina; lo comprimió, lo deformó, hizo de él un monstruo. Su cabeza apretada se alargó, se desprendió en forma de punta con dos gruesos ojos saltones que salían de la frente. Los miembros oprimidos contra el cuerpo crecieron, retorcidos como la madera de las vides, se alargaron desmesuradamente, acabados en dedos semejantes a las patas de las arañas.


El torso se quedó muy pequeño y redondo como una nuez.


Dio a luz en pleno campo una mañana de primavera.


Cuando las escardadoras, que acudieron en su ayuda, vieron lo que le salía del cuerpo, se escaparon gritando. Y corrió el rumor en la región de que había parido un demonio. Desde entonces la llaman «la Diabla».


La echaron del trabajo. Vivió de la caridad y quizás de amor en la sombra, ya que era buena moza, y no todos los hombres temen el infierno.


Crió a su monstruo, a quien por cierto aborrecía, con un odio salvaje, y a quien quizás habría estrangulado si el cura, previendo el crimen, no la hubiera asustado con la amenaza de la justicia.


Ahora bien, un día, unos exhibidores de fenómenos que estaban de paso oyeron hablar del espantoso engendro y pidieron verlo para llevárselo si les gustaba. Les gustó y pagaron a la madre quinientos francos contantes y sonantes. Ella, primero vergonzosa se negaba a dejar ver a esa especie de animal; pero cuando descubrió que valía dinero, que excitaba el deseo de esa gente, se puso a regatear, a discutir cada céntimo, azuzándoles con las deformidades de su hijo, alzando sus precios con una tenacidad de campesino.


Para que no la robaran, les hizo firmar un papel. Y se comprometieron a abonarle además cuatrocientos francos por año, como si tomaran ese bicho a su servicio.


Aquella ganancia inesperada enloqueció a la madre y ya no la abandonó el deseo de dar a luz a otro fenómeno, para disfrutar de rentas como una burguesa.


Como era muy fértil, consiguió lo que se proponía, y se volvió hábil, parece ser, en variar las formas de sus monstruos según las presiones que les hacía padecer durante el tiempo del embarazo.


Tuvo engendros largos y cortos, algunos parecidos a cangrejos, otros semejantes a lagartos. Varios murieron, y se sintió afligida.


La justicia intentó intervenir, pero no se pudo probar nada. Se la dejó pues fabricar sus fenómenos en paz.


En este momento tiene once engendros bien vivos, que le proporcionan, año tras año, de cinco a seis mil francos. Sólo uno no está colocado todavía, el que no ha querido enseñarnos. Pero no se lo quedará mucho tiempo, porque hoy en día todos los titiriteros del mundo la conocen y vienen de vez en cuando a ver si tiene algo nuevo.


Incluso organiza subastas entre ellos cuando el sujeto lo merece.


Mi amigo se calló. Una repugnancia profunda me levantaba el corazón, así como una ira tumultuosa, un arrepentimiento de no haber estrangulado a aquella bruta cuando la tenía al alcance de la mano.


Pregunté: — ¿Pero quién es el padre?


Contestó: —No se sabe. Tiene o tienen cierto pudor. Se esconde o se esconden. A lo mejor comparten los beneficios.


Ya no pensaba en esa lejana aventura hasta que vi, hace unos días, en una playa de moda, a una mujer elegante, encantadora, coqueta, amada, rodeada por hombres que la respetan.


Iba por la playa arenosa con un amigo, el médico de la estación. Diez minutos más tarde, vi a una criada que cuidaba a tres niños envueltos en la arena.


Unas pequeñas muletas que yacían en el suelo me conmovieron. Noté entonces que los tres pequeños seres eran deformes, jorobados y corvos, horrorosos.


El doctor me dijo: —Son los productos de la encantadora mujer con la que acabamos de cruzarnos.


Una lástima profunda por ella y por ellos se apoderó de mi alma. Exclamé: — ¡Oh, pobre madre! ¡Cómo podrá seguir riéndose!


Mi amigo prosiguió: —No la compadezcas, querido amigo. Son los pobres pequeños a quienes hay que compadecer. Ésos son los resultados de las cinturas que permanecieron finas hasta el último día. Estos monstruos se fabrican con el corsé. Ella sabe perfectamente que se juega la vida con ese juego. ¡Qué más le da, con tal de ser bella y amada!


Y recordé a la otra, la campesina, la Diabla, que vendía sus fenómenos.



vertigo

Vértigo, Alfred Hitchcock, 1959.


“Si no existieran las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin víctima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría desaparecido para siempre, y cuyo secreto no se desvelaría jamás por falta de huellas”.

Jean Baudrillard


Los crímenes no son perfectos, siempre dejan huellas, en Vértigo, Scottie es un policía retirado, debido a que sufre de vértigo, eso lo imposibilita a desempeñarse adecuadamente. Haciéndolo perfecto para seguir a la esposa de un viejo amigo.
 El cual le pide que siga a su esposa, Madeleine, una mujer poseída por el fantasma de su bisabuela que se suicido. Hitchcok parece realmente estar obsecionado con crimenes y su imperfección con los pequeños detalles que los lleven a su solución. Por medio de objetos que en su mayoría resultan ser joyas, en una gran parte de sus peliculas los personajes son delatados no solo por sus acciones. Aunque en Vértigo es una
mezcla perfecta de ello.

 El arte del engaño, la traición, seducción y un atracción que deriva en amor.  Los dos se conocen bajo circunstacias adversas, él por su miedo a las alturas y ella tratando de rencarnar a una mentira. Lo cual los lleva a un tragico pero anunciado final. Por lo tanto la perfeccíon de los crímenes residíria en dejar a un lado los sentimientos y emociones. Tal vez así si existiría un crímen perfecto sin huellas.


Por otro lado menos criminal  y obsesivo me gustaría enfocarme en los tres tipos de escenarios y recursos que utiliza para contar la historia y dividirla. El primero es el estudio donde monta las escenografías, como es la primera toma. En la cual  claramente se ve un trabajo no solo de escenógrafos si no también de efectos especiales, en esta parte me gustaría hacer una relación un tanto inusual pero que al verla me pareció que encajaba.
 En los 60 los mismos recursos de efectos especiales se utilizaban en Batman. Es claro que los dos estan en un muro simulado y diseñado para las necesidades de las tomas, pero tambien en los encuadres y en los efectos especiales. En la segunda parte de la pelicula cuando Scottie esta en el hospital psiquiátrico, hay tomas que se insertan en la edición, como la sombra del hombre sobre el espiral rosa. o la cabeza de Scottie dando vueltas. Todo eso resulta tan familiar con las tranciciones del Show de "Batman y Robin".  Los dos utilizan la misma tecnología, es el mismo fin. Simular algo que no existen en función de contar una historia. Son contrastantes pero en la pantalla se ven sus similitudes.















El segundo son la incorporación de la tomas de la ciudad de San Francisco y  el Bosque, el museo va cambiando de atmósferas. Llevando al espectador por un verdadero recorrido caminado y con ayuda del automovil.





La tercera parte es en la habitación cuando la nueva mujer a la que Scottie ha encontradoo y decide transformar en Madeleine, se revela y muestra sus intenciones y realidad, con efectos especiales en verde, imágenes que se unen como el ojo rojo con un espiral dentro.











La cuarta parte es la de el campanario, donde las tomas nos muestran todo el lugar en paneo y concentrando el climáx en el campanario, donde la accion principál de vertigo se resuelve con un zoom in y zoom out que pone al espectador en la misma circunstacía de miedo e impotencia en la que se encuetra el personaje. Hitchcok es un  maestro en 128 min. Logra hacer que el espectador se conecte con las acciones, tomas, personajes y con la historia. Dejando lo predesible a un lado y mostrando como una historia no es lo que parece.


Dada la acumulación de pruebas, no hay

Hipótesis más verosímil que la realidad.

Dada la acumulación de pruebas de lo contrario,

no hay más solución que la ilusión.

Baudrillard






Bibliografía:  Baudrillard Jean, “El crimen perfecto”, Barcelona, Editorial, Anagrama, 2000, Pág. 11 a 17.




lunes, 7 de septiembre de 2009

Una giornatta pariculare.

“Una Giornatta Particulare”, Ettore Scola, 1977.
En un día histórico para Italia. Dos personas se encuentran de manera muy particular o meramente accidental, un pájaro forajido es el hilo conductor, entre dos mundos ajenos tan cercanos y tan lejanos a la vez. En una acción simultánea un país está dando un paso decisivo para su futuro, Hitler visita Roma el 8 de mayo de 1938. Pero para Antonietta y Gabriele la vida trascurre de una manera lenta y desesperanzadora, llena de rutinas y finales inminentes.

El encuentro fortuito es una salvación y aceptación de sus destinos. Cada personaje se encuentra frente a una situación crítica y existencial. En este punto citaría a George Berkeley; “Esse ist percipi: ser es ser percibido”. Son dos personas olvidadas por la dictadura por no ser el futuro emprendedor, que se promueve. Gabriele por su homosexualidad y ella en el papel de la abnegada ama de casa.

A lo largo del film los dos personajes se perciben y se reconocen uno dentro del otro. Una escena específica que retrata esto, es cuando Antonietta lo ve por medio de la mirilla y su ojo ve a Gabriele, en ese justo momento es que existen como individuos. Ella se da cuenta que necesita ser un objeto de deseo y el ser escuchado.
El momento más álgido y liberador sucede en la escena de la azotea, donde la libertad tanto del espacio, como de la sociedad los confronta y los libera de sus complejos, se muestran tal como son. Es el instante preciso donde se conjugan la imagen afección que cura y sana.

Los gestos son más importantes que las palabras. Como en la obra de Edvard Mvnch, “Death and the Maiden”, ese instante ese momento de unión y de deseo, percibirse en el otro.


 
                                                           Death and the Maiden, 1893
                                                                 Oil on canvas
                                                                  128 x 86 cm